El mejor de los caminos (English)

En el año 2000 la mamá de un amigo, astróloga, me hizo la carta natal.  Antes de empezar me mostró un bosquejo con un círculo rodeado de simbolitos, «Ésta es tu carta», me dijo, y señalando un par de líneas que cortaban el círculo agregó «Éstos son cambios, la gente tiene muchos, vos sólo dos pero contundentes.  El primero viene ya».  Se tiró una hora hablando, por el final, advirtiéndome que a ella no le gusta hacer predicciones, vuelve al tema de los cambios asegurándome que, me guste o no, iban a suceder.  Lo más significativo fue cuando me dijo que dejaría la música, que me dedicaría a otra cosa.  Yo llevaba años con el violonchelo, por esas fechas ya empezaba a ganarme la vida y no tener que recurrir a trabajos alternativos.  En 2001 migré a España donde resido hasta la fecha y efectivamente acabé dejando la música.  No fue la única predicción de esta mujer que se cumplió.

Resulta que el segundo gran cambio presente en mi carta, que tiene que ver con no sé que historia con Plutón y Saturno, viene ahora.  La mamá de mi amigo me había avisado que me caería por los cincuenta y siete.  Cuando me aburro se me da por leer el horóscopo, así me enteré de que estos cambios son comunes a todos los nativos de escorpio, de ahí que se me dio por comentárselo a un amigo que vive en Buenos Aires, que también es escorpiano, preguntándole si a él le había pasado algo parecido.

Cuando hablo con la gente o bien busco temas frívolos o bien abordo los temas con cierta frivolidad.  Sé por experiencia que si hablo en serio la cago; la gente no tiene espalda para soportar mi visión del mundo.  Especialmente con mis amigos prefiero que me tomen por ingenuo a que se sientan intimidados y dejen de responderme.  Ésta no fue la excepción, este amigo, tácitamente tomándome por paisano que compró un buzón, me respondió buscando desmentir la astrología con explicaciones científicas y prácticas, basándose, supongo, en sus vivencias.  Que la crisis de los cincuenta, que el descenso de la testosterona, que si fracasamos en un proyecto o trabajo rebotamos entre la depresión y la ansiedad, que revolvemos en el pasado buscando motivación y otros argumentos.  Luego criticó que su hermana siempre atribuye su suerte a Dios.  Lo gracioso es que después de tanto escepticismo acabó diciendo: «Y si hiciste bien o no, yo creo que siempre estamos en el mejor camino de todos los posibles», que no deja de ser un argumento religioso, otra buena forma de conformarse y justificarse.

Como yo de nene era medio cerebrito, a los cuatro ya sabía leer y escribir, mi vieja me anotó en la primaria a los cinco.  Durante toda la primaria mis compañeros de clase eran un año mayores que yo.  Hasta quinto cursé en una escuela cerca de mi casa, dependía de una iglesia católica pero no jodían mucho con la religión, al empezar sexto pasó a manos de un franciscano y la cosa cambió, nos pasábamos más tiempo rezando que estudiando, ahí mi vieja decidió cambiarme a otra escuela.  Fui a parar a una estatal, ahí a la diferencia de edad se sumó la cultural, quedé más descolocado que nunca cuando en el recreo veo a mis compañeros corriendo a las chicas para tocarles el culo.  En séptimo ya se notaba gran diferencia en el físico, mis compañeros empezaban a mostrar rasgos de pubertad, a los que hoy les saco una cabeza eran de mi altura o más altos, especialmente las nenas, a las que el cambio les llega antes.  A las dos más bonitas cierro los ojos y las veo, Rita y Fabiana.  Especialmente Fabiana había echado flor de culo y tetas y tenía una carita preciosa, pero yo estaba enamorado de Rita, que aunque no era tan linda y medio palo de escoba, tenía personalidad, casualmente también era escorpiana.  Estas chicas eran de barrio, nada tenían de tímidas o inocentes, un día Fabiana se me acerca y apuntándome con el vientre me dice «Conocés el pasaje Benito Cámela».  Otro día se me acerca en la fila y esta vez en serio me dice, «Walter, ¿querés salir conmigo?».  ¿Qué iba a responder yo con once años y mi vientre aún lampiño?  Como si esto fuera poco, al mes también se me regaló mi amada, Rita, y adivinen qué, ¡también me fui al maso con ella!  Minuto de silencio y reflexión…  Un humorista argentino que trabajó mucho en TV, en estos casos daba la espalda a la cámara y hacía el ademán de pegarse un tiro en las bolas, yo haría lo mismo pero con una metralleta y un par de granadas españolas, ¡ME PERDÍ DE DEBUTAR A LOS ONCE, QUÉ CAGÓN!

Con respecto a mi carrera hoy lo veo claro, de poder volver a los dieciocho ni en pedo me rompo el culo durante años con el violonchelo.  ¡Romántico pelotudo!  ¿Venirme a España y cagarme de hambre cinco años como inmigrante ilegal?  Bajo ningún punto de vista.  Me meto a seguir el profesorado de educación física y una vez acabé la carrera me voy como profesor de gimnasia al pueblito más perdido de la Patagonia.

Sea cual sea el caso de éste o aquél, los que llegan a mi edad (el mes que viene cumplo cincuenta y ocho), miran para atrás y concluyen que están satisfechos con lo que han hecho con su vida es porque han tenido poca ambición, no aprendieron de sus errores, tienen muy mala memoria o no son honestos ellos mismos.


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