Tuve un profesor en el secundario, Aguinaga, un tipo carismático. Nos llevaba apenas un par de años de edad, era a su vez estudiante en la facultad de ingeniería aeronáutica. En una de sus clases, a manera de apología del sentido común, nos contó lo que sucedió en la fábrica militar de aviones de la provincia de Córdoba, Argentina, mientras ingenieros diseñaban el IA-63 “Pampa”, proyecto de avioncito a chorro de combate.
En ese entonces yo cursaba cuarto año del colegio secundario, corría el año 1984, a un par de pasada la delirante guerra de las Malvinas. Quien vio por los medios a Maradona incursionar en política entiende cómo a un argentino puede cruzársele por el mate declarar la guerra a una potencia como Inglaterra. En esta guerra, los pilotos argentinos, que como todo argentino también tienen algo de Maradona en el buen y mal sentido, usaban el IA-58 “Pucará”, parecido al Pampa pero “a hélice”, para nada menos que bombardear los portaaviones ingleses; se acercaban volando al ras de las olas para no ser detectados por los radares, literalmente les salían de la nada y soltaban las bombas. Cuento esto porque, deduzco (esto son suposiciones mías), es probable que la iniciativa del Pampa haya surgido del desempeño de este avioncito en la guerra de Malvinas: capturó el ojo de empresas extranjeras (Alemania, Francia) que lo vieron útil como avión de entrenamiento.
Volviendo a Aguinaga, según él los ingenieros diseñaron el fuselaje del Pampa en la computadora pero luego, al probarlo en el túnel de viento (maqueta a escala dispuesta estática en un túnel por donde se hace circular humo) se notaba todo tipo de turbulencias. Acabaron corrigiendo la aerodinamia a ojo, un poquito aquí, otro allá... Aguinaga concluyó repitiendo la frase que usó su profesor en la facultad de ingeniería a manera de moraleja: “Si es bonito, vuela bien”.
Aturdidos por la complejidad de nuestra cultura perdemos de vista lo obvio, entre otros autoengaños acabamos convenciéndonos de que somos el principio y el fin de todas las cosas, lo que extrapolado en tal o cual deidad, sirve también para manipular. En los tiempos modernos, las deidades vienen disfrazadas de ciencia o tecnología.
Podemos invertir la frase de aquel ingeniero sin que pierda su significado: “Si vuela bien, es bonito”. El delfín muestra bonitas curvas así como las turbulencias en el túnel de viento mostraron a los ingenieros dónde retocar el fuselaje del Pampa: es la naturaleza la que nos enseña qué es bonito, qué vuela bien.
©2019 - Walter Alejandro Iglesias