Dependiendo del contexto, un mismo argumento puede sugerir significados distintos, incluso opuestos. No más salió de la boca de uno ya tiene tantas interpretaciones como oídos lo captaron, de no ser así no habría razón para discutir, sólo el que no está siquiera dispuesto a escuchar corta una discusión diciendo “pensamos diferente” y apela a la “tolerancia”.
Que el protagonista de mis novelas, Roquesor, se declarase “superior a Dios” me hizo perder la simpatía de muchos, incluso buenos amigos. En el contexto de mi novela mi intención fue criticar algunos aspectos del catolicismo, parafraseando a Nietzsche fue una forma de decir que mi personaje está “más allá del bien y del mal”, claro que esta aclaración sirve de poco frente a los que me consideraron pedante al decir aquello (también se les escapó que se trata de un personaje de ficción), es más, sólo por mencionar a Nietzsche ahora también asumirán que soy neo nazi. Así funciona la cabeza del fascista, o debería decir “no” funciona, porque alguien capaz de analizar se da cuenta de que al contrario del “superhombre” de Nietzsche, la “raza superior” de Hitler no era un concepto filosófico sino religioso, que curiosamente tenía en común con el catolicismo y el judaísmo la madre de todas las falacias: el bien y el mal. Sabemos de sobra cómo este enfoque pretende solucionar los problemas: eliminamos la enfermedad y estamos saludables, eliminamos la carne de nuestra dieta y comemos sano, eliminamos el bosque y no más peligro de incendio, eliminamos a los judíos y el mundo es perfecto. Eliminamos lo malo y queda sólo lo bueno, suena lógico, ¿no? Ya mucho tiempo atrás alguien se dio cuenta de este defecto de la mente humana e intentó emparcharlo creando la idea del Yin y Yang, gran aporte que sirvió a la humanidad para crear bonitos logotipos. Sólo en el mundo como lo concibe y tergiversa el ser humano hay bien y mal, en la naturaleza lo que para esta especie es desecho para aquella es necesidad. La naturaleza se auto mantiene, se auto regula, logra que todo conviva en perfecto equilibrio, sin lugar a duda la naturaleza “es” el paraíso. O, mejor dicho, solía serlo. Voy a cerrar mi discurso con un ejemplo de lo que propuse al principio; al cambiar el contexto, lo que me había servido para criticar el catolicismo ahora me sirve para elogiarlo, si tuviera que interpretar el “pecado original” en un sentido mundano y práctico diría que el hombre mordió el fruto prohibido cuando empezó a sentirse superior a la naturaleza, en otras palabras, superior a Dios.
©2018 - Walter Alejandro Iglesias